I
Siete años ya.
Siete años por el túnel blanco
de la mano del duende femenino
mordiendo con dientes de gato
el ovillo de tu estirpe y su
memoria. Todo empezó
hace siete años.
Tu cerebro como enagua transparente,
tu cuerpo deformando el arcoiris,
instalado en el violeta mientras
los otros colores, desdentados,
lloran y gritan a la vieja vieja vieja
de siete años.
Siete años vadeas
un Leteo donde ahogar
a las madres de dos cabezas.
Allí lavan sus cabellos sin peinar,
lo llevan haciendo siete años.
Como no las conoces,
tú misma sumerges al dictado
de tu consciencia muerta
la doble cerviz.
|
Esa lección no la olvidaste:
doble el amor, el daño es doble.
Esa lección te instó, por fin,
a una letanía de la huida
que ya reza siete años.
II
Empezó a su muerte,
unos años antes.
Bordaste con el hilo negro
de las bodas de plata
del voluntario secuestro la crónica
que ya se marchitaba en los espejos.
Doctor Hiel extendía sus recetas
sin más hálito que el que exhalaba
su pedernal asfixiando los pulmones.
Tú anotabas sobre el pecho
la suma temblorosa de agravios,
las lágrimas del pajarillo en los barrotes.
Cuando murió no te alegraste:
demasiado vulgar
aquel jardín trasero
para abrir las palmas dulcemente
a un surtido de malas yerbas. |